Aunque las neuronas reciban toda la atención, son las células de la glía las responsables de la mayor parte del trabajo del cerebro; también de muchas de las patologías de este órgano.
En 1999, Beth Stevens y este autor nos encontrábamos sentados en un laboratorio del Instituto Nacional de la Salud, con las luces apagadas y preparados para aplicar una débil corriente eléctrica a un cultivo de neuronas fetales de ratón. Usábamos una a la sazón novedosa técnica de microscopía que nos permitiría ver la actividad eléctrica neuronal como una suerte de brillante fluorescencia gracias a un tinte que habíamos añadido al cultivo. Esperábamos averiguar si otro tipo de célula común del sistema nervioso reaccionaba de algún modo, a saber, las células de Schwann, de aspecto extraño y que forman una capa aislante alrededor de las neuronas. En realidad, dudábamos de que reaccionaran, pues dichas células gliales no se comunican eléctricamente. Pulsé el interruptor. Al instante, las neuronas resplandecieron. También las células de Schwann comenzaron a brillar. Parecía que estuvieran respondiendo.
La sustancia más misteriosa sobre la faz del planeta Tierra se aloja entre nuestras orejas. Gran parte de la intriga se debe a que mucho de lo que se ha creído durante largo tiempo ha resultado equivocado. Del mismo modo que los astrónomos se mostraron desconcertados cuando descubrieron que la Tierra no era el centro del universo, los neurocientíficos modernos se enfrentan a una revelación similar con las neuronas.
Hasta hace poco, nuestro entendimiento del cerebro se basaba en una idea centenaria llamada doctrina de la neurona. Esta teoría mantiene que, en el sistema nervioso, toda la información se transmite por impulsos eléctricos en redes de neuronas interconectadas a través de conexiones sinápticas. Sin embargo, este teorema presenta errores de calado. La investigación actual constata que existe información que no pasa en absoluto por las neuronas, en cambio fluye sin electricidad a través de redes de células de la glía. Estos estudios científicos están cambiando por completo los conocimientos de las funciones cerebrales en condiciones de salud y de enfermedad, dando respuestas a enigmas sin resolver acerca de cómo recordamos o aprendemos.

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